Son los Cinco Grandes: los cinco teólogos más influyentes en la historia de la Iglesia. Juntas, sus vidas y enseñanzas han afectado los sistemas religiosos y políticos y han cambiado dramáticamente o contribuido a la forma en que la gente entiende la teología.
Aunque a veces difieren en puntos importantes de doctrina, estos cinco teólogos comparten ciertas cosas en común. Cada uno ha escrito una gran cantidad de volúmenes que revelan sus puntos de vista sobre las principales áreas de la doctrina. En segundo lugar, cada uno de ellos ha moldeado significativamente la forma en que la gente ve la teología, no sólo en su época, sino en los siglos posteriores a su existencia. En tercer lugar, cada teólogo ha hecho una contribución tan significativa a la teología que ninguna discusión seria sobre la doctrina cristiana puede ignorarlos a ellos o a sus enseñanzas.
¿Quiénes son estos teólogos que han dejado las huellas más grandes en el camino de la historia de la Iglesia?:
San Agustín (354–430) Con diferencia, Agustín de Hipona fue el teólogo más importante de la era patrística. Escribió cientos de obras, entre ellas Ciudad de Dios y Sobre la Trinidad. Fue el primer teólogo que abordó a fondo las doctrinas del hombre y la salvación. Agustín enseñó que todas las personas nacen con pecado original y que Dios predestina a aquellos a quienes salvará. Agustín también hizo enormes contribuciones en las áreas de la iglesia y la profecía.
Tomás de Aquino (1225-1274) Tomás de Aquino, el mayor teólogo de la época medieval, desarrolló un sistema de teología que se convirtió en sinónimo de la ortodoxia católica romana. Santo Tomás fusionó la filosofía aristotélica con el cristianismo y, al hacerlo, defendió una fuerte relación entre fe y razón.
Martín Lutero (1483-1546) Poco sabía este monje agustino que cuando clavó sus “95 Tesis” en la puerta de una iglesia de Wittenberg en 1517, pondría en marcha una cadena de acontecimientos que cambiarían el curso de la historia. La Reforma Protestante, de la cual Lutero fue el principal impulsor, cambió para siempre el panorama religioso y político del mundo occidental.
Juan Calvino (1509-1564) Si Lutero fue el principal iniciador de la Reforma, Juan Calvino fue su principal teólogo. Con la precisión de un cirujano, Calvino expuso sistemáticamente las principales doctrinas de la Reforma Protestante, incluidas las tres solas: sola fide (“solo fe”), sola gratia (“solo gracia”) y sola scriptura (“solo escritura”).
Karl Barth (1886-1968) Barth expuso la quiebra del liberalismo protestante y marcó el comienzo de la era de la neoortodoxia. En marcado contraste con el énfasis excesivo liberal en la inmanencia de Dios, Barth enfatizó la trascendencia absoluta de Dios. También en contraste con el liberalismo, Barth enfatizó que Dios era el agente principal en la salvación, no el hombre.
La religión ha formado parte de la historia del hombre casi incluso desde su aparición en el planeta, aunque el nombre no fuera forjado hasta muchos siglos después. Tener un dios, o incluso una caterva de dioses como nuestros ancestros más antiguos, nos hacía creer en un más allá, y darle sentido a los acontecimientos que ocurrían día a día, y que nos resultaban incomprensibles. Eran ellos los que daban sentido a la vida, los que tomaban las decisiones que influían en ella, y a quien agradecer las venturas de nuestras existencias y pedir resignación cuando lo que nos azotaban eran desgracias. Y cuando estas religiones se convirtieron en monoteístas, no es que cambiara mucho el asunto: la diferencia estaba en que ahora solo estábamos a merced de un ser todopoderoso en vez de a una multitud.
La teología nació como una ciencia para estudiar a Dios; un dios único, que todo lo ve y que todo lo puede. Claro que teniendo en cuenta que era un ser intangible del que solo podíamos ver señales, ¿qué era lo que íbamos a estudiar? Pues no teníamos más remedio que trabajar con lo que teníamos entre manos, que eran los testimonios de otros, ya fueran de boca o en boca o escritos, sobre sus obras y manifestaciones. La Biblia se convirtió así en el libro sagrado por antonomasia para las religiones cristiana y judía; el Corán para la musulmana, y los escritos de Buda para el budismo. A lo que voy es que, para estudiar a este Dios que eclipsaba a todos los demás y del que no se tenían dudas, no había más remedio que echar mano de lo que ya habían escrito otros, y que no podíamos corroborar más que por medio de la fe.
¡Ah, la fe! Esa que mueve montañas, que ha inspirado obras, conquistas y hasta guerras en nombre de Dios… hasta que se acaba. El cristianismo sabe mucho de eso, porque en el Renacimiento, a mediados del siglo XVI, se produjo un verdadero cisma religioso con la aparición de los protestantes. ¿Quiénes eran estos? Pues seguidores de Martín Lutero, que argumentaba que la Iglesia de ese tiempo se había apartado de los preceptos iniciales de la formada por San Pedro en su día, y estaba llena de abusos y corrupciones. ¿Protestaban por el origen de la Iglesia? Para nada, su creación y los preceptos en que se basaba, aunque podrían haber sido erróneos, no les importaba; era la acción de los religiosos del momento lo que no les gustaba, tal vez porque ciertamente era incorrecta, o simplemente porque no se ajustaba a sus principios o a sus intereses.
Porque detrás de cada movimiento religioso que se ha enfrentado a la Iglesia romana, ha habido ciertamente intereses ocultos. Así pasó con los protestantes, que siguieron a Lutero en un intento de dejar de pagar prebendas, justas o no, en nombre de la Iglesia; con los anglicanos, que aprovecharon la lujuria y los intereses de Enrique VIII para librarse del poder que Roma quería seguir ejerciendo en Inglaterra; y con los puritanos, que se escindieron de la iglesia anglicana liderada por el Rey y sus obispos adeptos para alejarse de unos líderes religiosos que no tenían más aval que su alto rango social.
Y fue este movimiento, el puritanismo, el que aún hoy en día sigue dando guerra. No es cuestión de quitarle importancia, pues casi podría decirse que fue el causante del nacimiento de la sociedad norteamericana tal y como la conocemos hoy. Con sus preceptos acerca de llegar a Dios a base de trabajo, austeridad y prevención de cualquier vicio, fueron los precursores del sistema capitalista, del que EEUU es el principal valedor. Pero esos mismos preceptos dieron lugar a un concepto, el puritanismo sexual, que fue el causante de la forma en la que la religión de los últimos siglos ha tratado el tema de la sexualidad, el erotismo, y las relaciones humanas más allá de la función reproductiva.
Desde la introducción de los preceptos puritanos en la sociedad, muy influenciada por la religión, las relaciones sexuales ya no fueron lo mismo. Y seguimos arrastrando aún en nuestros días cierta mojigatería con respecto al tema, aunque ya nos pille un poco lejos y la religión ya no esté tan presente en nuestras vidas. De hecho, se ha acuñado el término «puritano» para todo aquél que se muestra conservador con respecto al sexo, y no solo a la práctica; también a hablar de ello, a introducirlo en la educación básica, y en todo lo que respecta a la comunidad LGTBI. Y aunque la sociedad va abocada a la práctica liberal del sexo en general, fueron muchos siglos de mentalidades cerradas que han calado fuerte en la moralidad cristiana.
Lo más gracioso de esto es que, sin darse cuenta, han hecho del sexo algo prohibido que, justo por eso, es de los más deseado y atrayente. Como la mentalidad puritana ha sido especialmente incisiva con el colectivo femenino, prohibiéndole cualquier cosa que pudiera sonar a provocación como usar maquillaje o tacones, ellas también han sido convertidas en el fruto prohibido. Y ah, no hay nada más atrayente para los tíos que mezcla puritanas y sexo, son todo un mito erótico y pornográfico. Sexo con amas de casa que deberían ser fieles a sus esposos; jovencitas que deberían ser estudiantes recatadas y centradas en sus estudios; e incluso con monjas que deberían guardar castidad, pero que descubren los placeres carnales y se pierden… Todo esto es el tema de miles y miles de videos porno gratis que puedes encontrar en internet, y que hacen las delicias de los internautas. Y no es más que el reflejo fiel de lo que pasa cuando a la sociedad se le reprime en temas sexuales.
Son muchos lo que piensa que la teología debería quedarse como una forma más de filosofía, solo centrada en Dios. Porque pasar todos los supuestos preceptos de la Iglesia a la sociedad actual, cuando se gestaron hace muchos siglos en una sociedad totalmente diferente, es bastante difícil. Y se corre el riesgo de quedar totalmente desfasado y fuera de lugar, quedando como un puritano, y no de buena manera.
El término «teología» se deriva del latín theologia (“estudio [o comprensión] de Dios [o los dioses]”), que a su vez se deriva del griego theos (“Dios”) y logos (“razón”). La teología se originó con los filósofos presocráticos; inspirados por las nociones cosmogónicas de poetas anteriores como Hesíodo y Homero , los presocráticos estaban preocupados por las preguntas sobre el origen y la naturaleza última del universo. El primer gran teólogo, sin embargo, fue el alumno de Sócrates, Platón, que también parece haber sido el primero en utilizar el término teología; para Platón, la teología era el estudio de las realidades eternas, el reino de lo que él llamaba formas o ideas. Para su discípulo Aristóteles (384-322 a. C. ), la teología era el estudio de la forma más elevada de realidad, la «primera sustancia», que parece haber considerado en diferentes momentos como el «motor inmóvil» y como «ser qua ser». «
La noción de teología como el estudio o la contemplación ( theoria ) de la forma más elevada de realidad se convirtió en un lugar común en la filosofía helenística del mundo romano en el que surgió el cristianismo. En ese mundo, la búsqueda de Dios adquirió para muchas personas, incluidos cristianos y no cristianos, cierta urgencia, en parte debido a la reconocida insuficiencia de las religiones paganas tradicionales y la agitación social y política de la época. En consecuencia, la especulación filosófica sobre la naturaleza última de la realidad asumió un tono claramente religioso.
El desarrollo de la teología cristiana fue influenciado decisivamente por un escritor desconocido de principios del siglo VI cuyas obras circularon bajo el nombre de Dionisio el Areopagita, el discípulo ateniense de San Pablo el Apóstol.
Con el desarrollo en la teología occidental de distinciones cada vez más nítidas entre naturaleza y gracia , lo natural y lo sobrenatural, y la razón y la revelación, los teólogos se interesaron en qué verdades acerca de Dios podían establecerse únicamente con la razón. Llamada teología natural ( theologia naturalis ), a diferencia de la teología revelada ( theologia revelata ), esta disciplina se volvió particularmente importante en las discusiones entre cristianos por un lado y judíos y musulmanes por el otro, porque los argumentos de la teología natural no dependían de la aceptación de la revelación.
El siglo siguiente a Santo Tomás de Aquino estuvo marcado por el desarrollo de la “teología de los dos poderes”, que distinguía entre lo que Dios puede hacer absolutamente ( potentia absoluta ) o lógicamente, y lo que se ha comprometido a hacer de acuerdo con el pacto que estableció con la humanidad ( potentia ordinata ).
Durante el Renacimiento, la teología medieval sufrió una mayor fragmentación, pero los teólogos también adquirieron nuevas herramientas conceptuales. La teología de la revelación primordial se llamó pristina theologia («teología prístina»), o la teología de la inocencia primordial humana. La teología prístina proporcionó el punto de partida para muchos intentos de los pensadores del Renacimiento de penetrar detrás de la textura descolorida de los sistemas religiosos de su época en lo que se pensaba que era una verdad olvidada última.
Una buena definición preliminar o básica de teología es el estudio o ciencia de Dios. Sin embargo, el Dios del cristianismo es un ser activo, por lo que esta definición inicial debe ampliarse para incluir las obras de Dios y su relación con ellas. Así, la teología también buscará comprender la creación de Dios, particularmente los seres humanos y su condición, y la obra redentora de Dios en relación con la humanidad.
Sin embargo, es necesario decir más para indicar lo que hace esta ciencia. Así que podemos proponer una definición más completa de teología: la disciplina que se esfuerza por dar una declaración coherente de las doctrinas de la fe cristiana, basada principalmente en las Escrituras, colocada en el contexto de la cultura en general, redactada en un idioma contemporáneo y relacionada a cuestiones de la vida
La teología es bíblica . Toma como fuente primaria de su contenido las Escrituras canónicas del Antiguo y Nuevo Testamento. Esto no quiere decir que simplemente se basa acríticamente en los significados superficiales de las Escrituras. Utiliza las herramientas y métodos de la investigación bíblica. También emplea las percepciones de otras áreas de la verdad, que considera la revelación general de Dios.
La teología es sistemática: es decir, se basa en toda la Biblia. En lugar de utilizar textos individuales aislados de otros, intenta relacionar las diversas partes entre sí para fusionar las diversas enseñanzas en algún tipo de conjunto armonioso o coherente.
La teología también se relaciona con las cuestiones de la cultura y el aprendizaje en general . Por ejemplo, intenta relacionar su visión de los orígenes con los conceptos propuestos por la ciencia (o, más correctamente, disciplinas como la cosmología), su visión de la naturaleza humana con la comprensión de la personalidad por parte de la psicología, su concepción de la providencia con el trabajo de la filosofía de la historia, etc.
La teología también debe ser contemporánea. Si bien trata temas atemporales, debe utilizar lenguaje, conceptos y formas de pensamiento que tengan algún sentido en el contexto del tiempo presente.
La teología debe ser práctica . Con esto no nos referimos a la teología práctica en el sentido técnico (es decir, cómo predicar, aconsejar, evangelizar, etc.), sino a la idea de que la teología se relaciona con la vida y no meramente con la creencia.
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